Una señora me contó que había visto cuál era la mejor manera de poner punto final a la rabieta de un niño. Los hechos ocurrieron en una panadería hasta donde llegó una pareja de esposos junto con su pequeño hijo. El niño tendría unos tres o cuatro años y se interesó por uno de los dulces que estaban en las vitrinas. Para esto, la madre del niño ya estaba saboreando uno de esos dulces y, naturalmente, quiso compartirlo con su hijo.
En esos momentos el niño hizo gesto de reprobación indicando que quería uno entero y nuevo para él. La madre, amorosa, se desvivía explicándole que era innecesario comprar otro porque eran exactamente iguales y podían compartirlo. El niño se mantuvo firme y seguía señalando con el dedo que el quería uno nuevo. La situación se tensaba mientras el papa del niño terminaba de cancelar la cuenta de la panadería. Pasados menos de dos minutos, el niño rompió en llanto y profundo berrinche por que no atendieron su solicitud. El padre se reunido con él y trató de conciliar el asunto explicándole al niño que ya no había dinero para otro dulce y que su madre le estaba ofreciendo el mismo. El niño siguió con su rabieta y no entendía razones.
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En esos momentos, el padre le hizo una seña a su esposa y ambos se retiraron de la panadería. El niño se quedó inmóvil frente al aparador de los dulces. El padre tiraba del brazo de la madre mientras se alejaban y le decían al niño que se quedaría sólo. La madre no terminaba de convencerse y le reclamaba a su esposo que cómo lo iba a dejar solo al niño. El padre estaba a otra velocidad de pensamiento. Tuvo que susurrarle al oído a su esposa que no se preocupara, que esa era la última rabieta del niño. La mujer siguió sin entender y cuando dieron unos cuantos pasos más, el niño inmediatamente dio marcha atrás en su postura, dejó de llorar y corriendo fue al encuentro de sus padres.
La señora que me contó esta historia fue mi madre, la protagonista de esta historia junto a su esposo, mi padre, y quien escribe era el niño de esta historia y, efectivamente, fue la última rabieta de mi vida. Lo meritorio del asunto es que este hecho sucedió hace más de treinta años, los medios de difusión no habían proliferado tanto y la psicología de los niños no era un conocimiento extendido y menos entre los padres. La respuesta de mi padre fue puramente instintiva ante una situación conflictiva –y además normal- de un niño.
En efecto, la rabieta del niño es un mecanismo del que éstos disponen para hacer sentir a sus padres que tienen hambre, que tienen frío, que tienen calor o que tienen sed. También la pueden utilizar para hacer sentir que están cansados o que tiene sueño o que simplemente y ase aburrieron de algo. El problema viene cuando el niño, de alguna manera, toma conciencia del poder que tiene entre las manos y utiliza la rabieta para conseguir lo que quiere. Lo típico es que las rabietas vengan porque el niño quiere jugar con algo con lo que no debe, como un adorno costoso de la casa, o que quiera que le compren algo en la tienda y que los padres no puedan o no deban comprarle. Si los padres ceden ante esta situación, estarían firmando su carta de sentencia frente al niño. El mecanismo de refuerzo se instala en el niño y sabe que solo tiene que protagonizar una rabieta para conseguir lo que quieran de sus padres. Lamentablemente esto se haría inconscientemente y en años posteriores se convertirá en una peligrosa conducta manipuladora que, por supuesto, utilizaría mecanismos más sofisticados que una infantil rabieta.
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Ante una rabieta, lo primero que deben hacer los padres es saber diferenciar bien entre una rabieta por necesidad y una rabieta por mero capricho. Indudablemente las primeras deben ser atendidas ya que es el único medio de comunicación que la naturaleza le ha dado al niño para sus primeros tres años de vida. Si se trata del caso de rabieta por capricho, los padres deben mantener la calma y no dejar que el niño siquiera piense que está mortificando o sacando de autocontrol a sus padres. Manteniendo esa calma, se le debe explicar al niño que no conseguirá nada con esa actitud y que la decisión de los padres está tomada y no hay marcha atrás. Luego que se ha explicado la situación al niño, se le debe retirar del ambiente donde se encuentra el material en disputa pese a que siga llorando. Igualmente hay que mantener nuestra compostura. Es muy importante mantener firmeza en la decisión y no “ablandarse” porque la rabieta del niño ganaría tanto terreno como el que perdería la determinación de los padres. Por último, los padres deben tener presente en todo momento que no están haciendo daño a su hijo, por el contrario le hacen un bien al no fomentar una potencial persona manipuladora que a nadie caerá bien. Además, ¿sabían que llorar es un gran ejercicio para el sistema cardiorrespiratorio?
2 Comentarios en “Las rabietas del niño”
Es difícil encontrarse en esta situación sobre todo por que uno pierde el control, se pierde el control en el sentido de no saber actuar ante tales circunstancias, en mi caso no tengo hijos pero estoy cuidando de mis sobrinas de 2-3 años respectivamente, y eso se convierte en un verdadero problema puesto que ambas están peleando constantemente, se quieren pero sin embargo hay mucha rivalidad entre ellas por ello trato de ser igual con ellas en todo, de no inclinarme a favor ni en contra de ninguna de las dos.
Las rabietas relativas a la edad son un hecho de vida para los padres, pero las buenas noticias son que hay remedios naturales para apoyar el sistema nervioso de una manera que pueda hacer que su niño co-exista armonioso con las rutinas más fácilmente. Estos remedios son especialmente eficaces en niños a partir de los 3 - 10 años de edad. Conjuntamente con una forma de vida y una dieta sana, los remedios naturales ayudan a mantener un humor equilibrado, tranquilo y una actitud razonable, proporcionando una plataforma para apoyar la paz y estabilidad emocionales.