Hace poco y después de mucho tiempo, me decidí a darme una vuelta por la librería para ver qué de nuevo encontraba. He estado un tanto alejado de la lectura en estos últimos meses y mi único contacto procedían de los diarios y una que otra revista que caía en mis manos casi de casualidad, aunque a veces me detenía unos momentos en el supermercado a ojear los libros de autoayuda que inundan estos centros de compra, me parecía un buen método para no aburrirme mientras mi mujer parecía entrar en competencia por llenar un par de carritos de compra con artículos de todo tipo. Quizá fue en este punto en donde noté las características del motivo de este artículo. En efecto, noté que otras personas hacían lo mismo en el supermercado –sobre todo hombres-, parecíamos encontrar un refugio en esta sección mientras nuestras mujeres entraban en un proceso febril y casi de catarsis de compra.
Incluso, cuando ya era hora de cancelar lo escogido, había algunos que todavía seguían en la sección intentando terminar de leer el libro que eligieron. Probablemente el tema era “cómo pasarla bien mientras la mujer está de compras”. Pero, volviendo a las líneas iniciales de este artículo, les comentaba que acudí a la librería y ahí noté que el fenómeno se repetía pero ahora con la mujer acompañando al marido en la sección de libros de autoayuda.
Imagen tomada de Flickr por mailirolpony
Es claro que el boom de estos libros ha arrastrado a un gran número de personas, pero al mismo tiempo he notado otro detalle en mi última visita a una librería y es que los vendedores de estos locales, se esfuerzan por sacarnos de estas secciones y llevarnos a otras más académicas.
En mi caso, fue bastante claro y, cómo estaba sólo, el vendedor tuvo la osadía de ningunear la sección pidiéndome que lo acompañara al área de clásicos aduciendo que la sección dónde estábamos parados en esos momentos, era más para parejas. Me causó cierta hilaridad esta toma de atribuciones y me gustaría haber visto la escena que se hubiese producido si es que el dueño de aquella librería aparecía por la espalada de aquel impulsivo y apasionado vendedor. Y digo apasionado, porque trataba de hacer primar sus gustos sobre los del cliente, algo que nunca debe hacer un vendedor, al menos de entrada. Por otra parte, supongo que el dueño de la librería lo contrató para que venda lo más que se pueda sin importar que sean clásicos, libros de autoayuda o manuales de cocina. Mi reacción fue sonreír y decirle, sarcásticamente, que ya había leído todos los clásicos menos los que estaban en holandés.
Supongo que el vendedor entendió y se retiró unos cuántos pasos a esperar mi siguiente movimiento. No hice nada más y continué viendo los libros de autoayuda como si nada hubiese pasado mientras en mi mente me iba preguntando qué tenían de malo estos libros de autoayuda.Regresé a casa ensayando algunas respuestas en mi mente y, efectivamente, parece que la irrupción de este tipo de lecturas en el mercado ha polarizado a los consumidores y sobre todo a los vendedores, no así a los proveedores que rezan para que este big bang no se acabe. He podido notar que existe un gran sector que está en contra de los libros de autoayuda, descalificándolos de saque y encontrando en ellos que todo es mentira incluso en el rótulo de su temática al decir que no es autoayuda porque la ayuda proviene del autor.
Imagen tomada de Flickr por huguito
Otros dicen que los autores, en muchos casos son autoproclamados gurús del saber y que creen ser dueños de la verdad absoluta y de tener la solución perfecta para la infelicidad de las personas o para el fortalecimiento de las áreas personales débiles de la gente. Puede que haya algo de cierto en todo esto, incluso que muchos auténticos profesionales hayan hecho el crossover hacia la publicación de estos libros pero es como en cualquier área, un negocio más. Ya queda en el lector abrocharse los métodos o filosofía propuestos. Por otro lado, me parece que no se debe descalificar a todo el universo de estos libros en base a estos argumentos y mucho menos tratar de apartar estas lecturas del usuario común. Esto es tanto como aquellos ortodoxos de la música grandilocuente que pretenden que la ópera no debe ser hecha para el pueblo sino para una élite de conocedores, los mismos que descalificaron a Pavarotti en su momento por su labor aglutinadora que acerco al hombre común a la cultura tendiendo un puente entre ambos. Pienso que no hay otra manera de darse cuenta acerca del origen de cada uno de estos libros y sobretodo de su finalidad, más que ojeándolos un poco. Para el lector aguzado y prevenido, cualquier intento de timo o de “más de lo mismo” será detectado. Por otra parte cada persona es un universo distinto y tiene sus propias afinidades, incluso existen personas que son conscientes de que lo que están leyendo lo han podido y de hecho lo han ya deducido ellos mismos, pero encuentra satisfacción en leerlo una y otra vez y ¿qué con eso? Cada persona crece a su manera y no se puede pretender que todas las personas sean académicas y que incorporen 20 palabras nuevas a su vocabulario cada día. En otros países, más bien los libros de autoayuda han sido bienvenidos porque ha elevado la tasa media de lectura de estos países. Para finalizar un dato curioso: los primeros antecedentes de los escritos de autoayuda se remontan a miles de años atrás, a los tiempos del antiguo Egipto y miren qué tamaña cultura fue. ¿No será que por ahí anda el secreto del despertar cultural? Esperemos que la CIA no se haya dado cuenta.
1 Comentario en “Los libros de autoayuda”
[...] publicación a este respecto que coquetamente se asoma en uno de los aparadores de la sección de libros de autoayuda. El nombre puede sonar anecdótico y hasta poco serio pero se utiliza porque al parecer, estos [...]