Gran debate histórico-cultural: ¿Los intereses comerciales implican un deterioro en la producción artística y cultural? Hoy presentaré las posturas de Vincent Tournier y Pierre Bourdieu y expresaré mi propia opinión, tratando de ser lo más breve y concisa posible, ya que dicho debate podría expandirse ad infinitum.
Comenzaré con una cita: “Señor, la pintura es como la mierda, se huele pero no se explica”. Esta máxima, bruscamente lanzada por el pintor francés Henri de Toulouse-Lautrec a un aristócrata que, en la inauguración de una exposición, le pedía aclaraciones al autor, indica el tono del discurso estético del artista, quien defendía y fomentaba la independencia “artística-bohemia” del mundo comercial de la burguesía de finales del siglo XIX. Esto es un ejemplo de cómo el mundo ha sido testigo de una contienda desde hace años, en la cual el arte y el universo lucrativo se enfrentan.
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El arte había estado al servicio del estado y la religión durante siglo, hasta que el artesano decidió convertirse en “artista” y firmar sus obras, reclamando de esta forma cierto reconocimiento para él y para su trabajo. Durante el Renacimiento se gestó el “arte autónomo” y el artista como “creador”. La obra ya no era reflejo de lo divino, sino que adquirió una intensa preocupación por la vida profana que se expresaba en un creciente interés por el humanismo y la afirmación de los valores del individuo. Pero para lograr su autonomía, el arte tuvo que pagar un preció: el de adquirir su carácter mercantil.
Las obras de arte se volvieron productos de consumo al igual que un vestido o un par de zapatos. Pero no se quedó de brazos cruzados. El pintor del Quattrocento, para imponerse como artista creador, debió luchar contra quienes le encargaban obras para que éstas dejaran de ser tratadas como un simple producto -valuadas según la superficie pintada y al precio de los colores empleados-. Ésto demuestra el retroceso que provoca el hecho de que las obras de arte se vuelva una mercancía.
Durante finales del siglo XIX y principios del XX, los artistas lucharon por mantener su autonomía, y muchos aún lo hacen. El arte no deja de enfrentarse a su histórico Némesis: el apetito voraz del interés ganancial, que desea colonizarlo y explotarlo, convirtiéndolo en un producto para obtener el mayor lucro posible. Pero ¿estos intereses comerciales implican un deterioro en las producciones artísticas y culturales? Aquí presento dos posturas: la del sociólogo Pierre Bourdieu y la del profesor de Ciencias Políticas Vincent Tournier sobre tan controvertido tema.
El sociólogo y profesor del Colegio de Francia, Pierre Bourdieu, afirma que conducir al arte y la cultura por el camino de los intereses gananciales lleva a un único destino: la decadencia, ya que se reduce tanto la calidad de la obra artística al transformarla en una mercancía, como también todo aquello que proporciona su desarrollo, porque el arte y la cultura encuentran su origen en la libre expresión y no pueden someterse en las leyes de un mundo estructurado y exigente como lo es el lucrativo. “El reino de lo ‘comercial’ siempre es lo contrario de lo que se entiende por cultura”, afirma Bourdieu; en otras palabras, la relación “arte-interés comercial” implica un hecho inaceptable para los artistas y para quienes habitan su universo.
Por otro lado, Vincent Tournier, profesor de Ciencias Políticas del Instituto de Estudios Políticos de Grenoble, sostiene que la lógica de la ganancia aplicada al arte y a la cultura no implica un deterioro, ya que si la cultura es “consumida” masivamente no es porque sus raíces están sujetas a las grandes mentes del mundo ganancial sino porque forman parte de “la expresión de las preferencias promedio del público” y cuentan con capacidad para reflejar elementos de la vida misma, permitiendo al público identificarse con las obras.
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Coincidiendo con la postura de Bourdieu, considero que los fines lucrativos sí deterioran las producciones artísticas y culturales. El arte deja de ser lo que es al convertirse en producto de consumo, puesto que a la hora de crear el objetivo es lograr la máxima ganancia a corto o largo plazo, dejando a un lado el verdadero significado del arte: mostrar a la humanidad lo verdadero, lo falso, lo bello, lo trágico y todos los ingredientes de la vida que hacen a uno sentirse vivo y real. El consumo masivo al que se refiere Tournier es sólo una cuestión de moda implantada por una industria cultural, ya que, en estos días, lograr publicar una novela o exponer una pintura implica que el autor deba “vaciar sus bolsillos” o ganar un concurso nacionalmente publicitado. ¿Cuántas obras encontraron un público masivo luego de caer en las redes de los intereses lucrativos que la convirtieron en una mercancía rentable gracias a la publicidad y marketing que la apoyaban?
El significado de arte sigue y seguirá siendo el mismo dogma nacido en la Florencia renacentista y continuado por los vanguardistas de la belle époque; la revolución bohemia, encabezada por Toulouse-Lautrec, Cézanne, Gauguin y Duchamp, entre otros, y aniquilada por la bomba atómica, el anti-comunismo y el pop-art, es aún una utopía. “Belleza”, “libertad” y “verdad” son los pilares que sostienen el mundo del arte autónomo, y si éstos se ven amenazados por los intereses comerciales de un mundo consumista, el arte dejará de ser lo que es, entendiendo por esto el final de su completa existencia.
Finalmente, si el arte y la cultura hoy en día están siendo dominados por las manos de un universo comercial, que inunda la pantalla de nuestros televisores, los programas de radiodifusión e incluso el medioambiente en el que nos movemos día a día, entonces sí somos testigos de una decadencia cultural y artística, tal como Bourdieu sostiene. Pero por otro lado, según Tournier, si una obra es admirada y consumida masivamente, sería posible creer que el arte ha podido encontrar nuevas vías de desarrollo y a su vez ganado un espacio en el viejo “terreno enemigo” comercial.