Parece mentira pero un factor muy importante dentro del aprendizaje de todo niño es el lugar de estudio, la escenografía que le servirá de soporte para asimilar todos esos conocimientos que le servirán para sus futuros años de vida en este mundo. Sin ir muy lejos, muchas escuelas se preocupan de este aspecto y se afanan en diseñar las mejores estancias para este propósito. Se fijan que las aulas estén bien iluminadas y ventiladas, que no haya humedad en la misma y que el acceso sea sencillo. También se fijan en que la disposición de las carpetas y el pupitre del maestro estén bien orientados y hasta que la acústica del recinto sea lo más efectiva posible. También es común que los colores elegidos para estos recintos sean más o menos coloquiales y de igual forma, los accesorios del mismo vayan de acuerdo con el tenor de su uso. Ni qué decir de las áreas comunes como las bibliotecas que también siguen las mismas normas, todas orientadas hacia la comodidad del educando. En este punto toca reflexionar y preguntarnos si no deberíamos hacer los mismo en casa, y la respuesta se cae de madura, por supuesto que sí.
Imagen tomada de Flickr por mierense
En efecto, hay que ser conscientes que los niños pasan estudiando bastante tiempo en casa y por tanto la escuela no es el único lugar donde se le deben dar las facilidades y estímulos del caso. Y sin quererlos, hemos arribado a una posible causa de por qué muchos niños muestran poca predisposición a hacer sus deberes en casa, a diferencia de su actitud en la escuela en que se muestran atentos y siguen muy bien las indicaciones.
Puede estar pasando que el ambiente hogareño del niño no sea el más indicado y no hablo de componentes familiares sino de puros elementos de escenografía. Por ejemplo, su espacio de estudio puede estar siendo objeto de un tráfico excesivo, hermanos u otros parientes pueden estar pasando a cada rato por ese lado, distrayendo al niño. Puede suceder también que la ventana de su habitación de hacia una calle transitada en que el ruido del tráfico no lo deje concentrarse en su objeto de estudio. También puede ocurrir que le toque compartir habitación con uno de sus hermanos, en cuyo caso la cosa se hace más difícil pues siempre habrá distracciones. En este último caso lo más aconsejable es establecer un área d estudio separado para que se utilizada alternativamente por uno y otro.
En este punto, es importante que los padres aprendan a escuchar las voces de los niños. Sus sugerencias nunca deben ser minimizadas ni desestimadas ya que finalmente ellos son los que pasarán la mayor parte del tiempo en sus respectivas habitaciones y por naturaleza elegirán los colores y la decoración con la que se sientan más cómodos. Sin embargo, se debe tener en cuenta algunas consideraciones respecto a la teoría del color, junto con otras aplicaciones de distribución y decoración de espacios, las mismas que deben ser compartidas y conversadas con el niño para que se tomen decisiones conjuntas y que terminen sumando a la familia. Está demostrado que los colores ejercen cierta influencia en las personas, si bien no al nivel de dictar nuestros comportamientos, si al nivel de ejercer cierta influencia sobre nuestros estados de ánimo, acentuando algunos y retando en otros. Por ejemplo, el color rojo es un color que atrae la atención inmediatamente y además estimula la acción, aumenta la presión y estimula el apetito. El color verde es sinónimo de lo natural y connota seguridad, expansión y estimula el crecimiento emocional. Incluso se le asignan propiedades de concentración y relajación, de allí que las mesas de billar tengan un paño color verde.
Imagen tomada de Flickr por mierense
El color azul está asociado con la seguridad y la fuerza física y produce sensación de paz, bajando la presión sanguínea y disminuyendo el apetito, ideal para los niños ansiosos o comelones. El color rosado refleja ternura, bondad y candidez y se puede utilizar en hijos únicos que tienen al egoísmo. El color anaranjado expresa regocijo y alegría además de motivar la conversación y la caridad, podemos usarlo para los niños que presentan timidez. El color amarillo amplia los espacios y por otra parte puede significar egoísmo, celos y envidia pero también risa y placer. Los estudios señalan que los bebés lloran más en habitaciones amarillas. El color púrpura se asocia con la intuición y el misterio y significa calma y autocontrol por lo que es muy recomendable para la habitación de un niño hiperactivo o de un adolescente. El color gris está asociado con el desánimo, el aburrimiento y la indecisión por lo que se debe restringir. Finalmente está el color negro que significa muerte y pesar por lo que no se debe usar en las habitaciones del niño y el color blanco que es lo opuesto, brindando unión e iluminación, tiene a estimular el intelecto y la imaginación. Queda en los padres, aplicar las mejores combinaciones de acuerdo a la personalidad de su hijo.
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