Hay dos grandes temas que suelen ser objeto de discusión en las familias: uno es la colaboración en las tareas domésticas y otro es la realización de los deberes escolares. Muchos son los padres que por horario de trabajo o porque verdaderamente carecen de los conocimientos necesarios no pueden ayudar a sus hijos o supervisarles en tal tarea, optando por apuntarles a academias o contratar a profesores particulares a domicilio, que además de brindarles apoyo en asignaturas concretas, también contribuyen a resolver las dudas que surgen en estas actividades diarias que les encomiendan los docentes.
Últimamente se ha polemizado sobre la conveniencia o no de que los niños tengan que prolongar la jornada escolar durante la tarde llevando en su mochila el encargo de una serie de ejercicios, que en algunas ocasiones representan tal cantidad que los acaban cuando están a punto de sentarse en la mesa para cenar. En este sentido, la mayoría de profesores aseguran que si los estudiantes se planificaran y gestionaran mejor su tiempo, dispondrían de éste para todo (actividades extraescolares, ver la televisión y jugar, hablar con los padres y estudiar, etc.).
A veces los deberes son las tareas que el alumno ha dejado pendientes durante las clases porque no las pudo finalizar o no aprovechó el tiempo adecuadamente. Otras son propuestas didácticas para afianzar los aprendizajes y los conocimientos que se han expuesto en el horario escolar. Además, siempre son una buena forma de adquirir un hábito de trabajo, de desarrollar la constancia y fuerza de voluntad para hacer del estudio una de las rutinas diarias que precederán a un trabajo en el futuro.
A partir de los primeros cursos de Primaria los centros educativos empiezan a “mandar tareas para casa” con el ánimo de ir acostumbrando al niño a consolidar por las tardes lo aprendido en el colegio por las mañanas. Ante la casi unanimidad sobre lo ventajoso de tener deberes, tan sólo han emergido discrepancias acerca del tiempo que se estima adecuado para que inviertan en dichas prácticas. La cantidad de dedicación tiene que ir en consonancia con la edad y la capacidad de concentración de cada niño en concreto. Cuando son más pequeños, basta con que repasen las letras, colores y números durante media hora como mucho, de hecho esto puede hacerse en un contexto lúdico o a través de juguetes educativos. A medida que se va avanzando en los cursos, se va aumentando hasta una hora u hora y media, de tal modo que un adolescente en general puede estar perfectamente capacitado para dedicar dos horas diarias de estudio, siempre que no tenga asignaturas suspendidas, en cuyo caso tendría que incrementarse.
Algunas recomendaciones para afrontar con éxito los deberes y que no se conviertan en un problema son:
- Se tenga la edad que se tenga, el alumno necesita un tiempo cada día para hacer deportes, jugar, leer, convivir con sus hermanos y padres, etc., no puede reducirse toda la tarde a estudiar (o estar sentado ante la mesa), de ser así, es que está teniendo dificultades de organización, comprensión verbal, déficit de atención, o que en clase está distraído y tiene que hacer en casa lo que no ha realizado en el colegio.
- Si se aprovecha de lunes a viernes y hay un planning de estudio adecuado, lo ideal es que los fines de semana queden libres para llevar a cabo otras actividades de ocio o familiares. No obstante, muchos pedagogos aconsejan que el sábado se dedique algo de tiempo a las labores escolares (siempre de forma flexible y sin imposición) para que el niño no ofrezca tanta resistencia o falta de motivación al lunes siguiente, y se mantenga cierta continuidad, como también debería hacerse en los periodos de vacaciones.
- Los padres pueden ayudar a sus hijos en los deberes (explicando el enunciado de un ejercicio, dando ánimos, etc.), pero esto no se traduce en que tengan que estar sentados junto a los niños toda la sesión de estudio, supervisándoles continuamente, o resolviendo por ellos tareas que son perfectamente capaces de hacer por sí mismos simplemente utilizando un diccionario o libro académico. Por eso, la ayuda ha de ir más encaminada a guiar (“¿qué te piden?, ¿qué necesitas?, ¿dónde podrías buscarlo?”) que a darles la respuesta.
- Es mejor reservar un lugar para llevarlos a cabo, a ser posible la habitación de estudio. Si para resolver dudas con sus progenitores el alumno acaba haciéndolos en la cocina mientras el padre prepara la cena, o en el salón mientras la madre ve la televisión, la concentración se verá disminuida y fácilmente terminará por distraerse con comida u otras actividades.
- Al llegar a casa y antes de ponerse a ello, es preferible repasar la agenda con las tareas asignadas, y establecer una jerarquía según el nivel de dificultad de las actividades y el tiempo que se va a dedicar a cada una de ellas. No se puede ignorarla curva del rendimiento intelectual, la cual indica que el máximo aprovechamiento y energía mental se producen a la mitad de la sesión de estudio, es decir, cuando ya se lleva un tiempo leyendo. Por eso, los ejercicios más complicados que demandan más atención se aconseja no se dejen para el final de la tarde, sino que sucedan a los de mediana dificultad, posponiendo para última hora los que son más fáciles, dado que es cuando el estudiante estará más cansado.
- Periódicamente es conveniente acudir a reuniones con el tutor escolar para que los profesores informen a los padres sobre cuáles son los objetivos didácticos de las tareas para casa y cómo pueden orientar más adecuadamente su ayuda.
Foto: Cannela
2 Comentarios en “Deberes escolares:¿amigos o enemigos?”
Deberes escolares:¿amigos o enemigos?…
Los padres deben estar comprometidos con la educación escolar de los hijos, no es suficiente delegarle la responsabilidad a terceros….
Mi hijo de 9 años trae a casa tarea, que incluso con ayuda, exige una dedicación diaria de 3 horas. No tiene tiempo libre para sus juegos ni para otras actividades de tipo deportivo o culturales, está siempre tenso y como consecuencia las relaciones familiares también lo son. Viendo esta situación abusiva, perjudicial y contraria al art 31 de la Conv. sobre Derechos del Niño, la puse en conocimiento del Defensor del Menor y su respuesta fue que no había nada que hacer. Parece ser que esta moda cuenta con las bendiciones de las autoridades educativas de la Comunidad de Madrid, de la direccion de los colegios y con el apoyo de la mayoría de los padres. Me gustaría saber si hay algún medio de solventar esta situación que no sea recurrir finalmente el cambio de colegio, con las consecuencias que esto podría acarrear para mi hijo.