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“Había” lleva tilde y se escribe con “b”

Las nuevas generaciones cada vez escriben peor y leen menos
Joseph Mercier
13:09h Viernes, 23 de marzo de 2012
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Es horrorizante. Leer una frase seguida en la que no haya una coma para respirar, en la que un fantasma parece haberse dedicado a borrar todas las tildes de las palabras, en la que se colocan haches donde no existen, se intercambian las “b” por las “v” y las “j” por las “g”, y en las que se juntan y se separan palabras por doquier. Te asusta verlo, cuando sabes que eso no es obra de un fantasma ni de un acto bromista: es el escrito de un adolescente que está en la escuela años y años y no sabe escribir. La lengua y el léxico español se devalúa con el tiempo, el abultado número de errores ortográficos que sufren los escolares te pone los pelos de punta. Y lo que resulta más escalofriante aún: se mofan de su propia ignorancia, se ríen, bromean y lo dejan pasar. El círculo continúa porque como cada vez son más los jóvenes que sufren esta carencia de conocimientos, lo preocupante se convierte en algo cotidiano, normal e incluso divertido. Lo que uno se pregunta es si sentirá la misma desvergüenza el día de mañana cuando tenga que elaborar un currículum, una carta de presentación, un escrito para su jefe o una carta para un conocido. Uno se pregunta si no sienten impotencia al querer expresar sus pensamientos y no poder plasmarlos sobre papel más que con garabatos que, como sigan así, acabarán siendo indescifrables. Y, por encima de todo, lo que uno se pregunta es: ¿qué estamos haciendo tan mal para que suceda esto? ¿Qué soluciones hay?

Las faltas ortográficas son cada vez mayores a la hora de escribir.

Aprender a escribir es algo más que ir a la escuela. Porque allí nos enseñan el abecedario, las palabras, sus significados y la construcción de oraciones. Nos enseñan a hablar, a relacionarnos y a escribir con buena caligrafía. Pero cuando los profesores imparten las reglas de ortografía, uno ya es suficientemente mayor para desatender a las clases. E incluso atendiendo no basta. Porque uno no aprende a cantar, aprendiendo a entonar la voz. Ni se hace actor aprendiendo en qué consiste la kinésica. Sino pones los conocimientos en práctica de nada sirve, si no cantas por ti mismo, sino actúas por ti mismo, sino escribes por ti mismo… los conocimientos adquiridos se quedan en la retaguardia. Y es cierto que el saber no ocupa lugar, pero saber mucho y no saber aplicarlo no vale de nada. Los jóvenes escriben mucho, dirán. Y responderé, sí, cada día escriben una barbaridad, pero en el messenger y en las redes sociales. Algo que no ha favorecido nada esta situación porque la nueva moda de las abreviaciones ha derivado en auténticas aberraciones del lenguaje. Nos comemos las letras para hacerlo mucho más cómodo al teclear en el ordenador y olvidamos las tildes y las comas. Sin duda, esta nueva moda ha hecho mucho daño a la escritura. ¡La escritura! Que durante siglos ha sido la única forma de comunicación existente, a la que muchos hubieran dado la vida por aprender, por la que los antiguos eran considerados sabios y gracias a la cual hemos heredado un incalculable legado histórico. Todo eso de lo que ahora se mofan con pasotismo.

Seré claro. La única forma de aprender a escribir es leyendo. Nada más sencillo que eso: leer, leer de todo. Leer novelas, cuentos, chistes, historias… cualquier cosa que caiga en nuestras manos. Nuestra mente retiene la ortografía de cada palabra leída. Después de ver 1000 veces la palabra “haber” en diferentes lecturas, uno escribe mecánicamente esa palabra tal cual y no le hace falta saber todas esas reglas ortográficas odiosas que se dan en la escuela porque, sea por el motivo que sea, el buen lector sabe como se escribe una palabra, independientemente de su explicación normativa. La prueba de todo ello está presente en la sociedad. Preguntemos a cada muchacho/a que no sabe escribir correctamente cuál fue el último libro que leyó. La respuesta será una de las siguientes: “Yo no leo”. “A mí no me gusta leer”. “No me acuerdo”. “Yo prefiero escuchar música”. “No leo porque no me engancha ningún libro”. Lo que hay detrás de todo eso no es la desafección personal, no es que unos nazcan para la lectura y otros no, esto no es un don innato. Lo que hay detrás es una infancia en la que no se ha leído un solo libro más que el que le obligaban en el colegio. Lo que hay detrás son unas Navidades y unos Cumpleaños en los que jamás se le ha regalado un Bestseller. Lo que hay detrás es la falta de un modelo imitativo: si en el entorno familiar y amistoso, los niños no ven que los demás leen, ellos nunca leerán.

Leer libros es fundamental para aprender a escribir.

Así que si de verdad queremos que nuestros hijos/as sepan escribir correctamente, enseñémosles la importancia de leer desde que son pequeños. Esa es la clave. Luego estarán esos otros factores secundarios que podrán ayudarles a aprender a escribir, pero si nos olvidamos del eslabón principal no servirá de nada. Pongamos un extremismo: si esto continúa así, si generaciones y generaciones posteriores dejan de leer, dejan de saber escribir, divulgan un léxico incorrecto, acabaremos asesinando la lengua española y reconstruyéndola por otra sin reglas ni normas. Iremos hacia atrás. Se producirá nuestro empobrecimiento lingüístico y, al final, acabaremos siendo como esos pobres simios que utilizaban las señales de humo para comunicarse.

Fuente: aplicaciones.info

Foto 1: uncafelitoalasonce

Foto 2: jlz

 

 

 

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