Las encuestas indican que no leemos todo lo que sería recomendable, puesto que dedicamos más tiempo frente al televisor que delante de un libro. La rutina cotidiana del trabajo a casa y las prisas de ciudad, nos acaban entrenando en un ocio pasivo. Tan agotada está la gente, que cuando dispone de tiempo libre busca alguna afición que le distraiga, pero sin demasiado esfuerzo físico o mental.
Esta actitud deja en uno de los últimos lugares de la fila a la lectura. Por eso cuando el objetivo de leer ya es todo un logro, es todavía más difícil llegar a plantearse con sinceridad si sacamos provecho realmente de la lectura.
Si pedagógicamente se está insistiendo en que los juguetes sean educativos, es decir que el niño pueda aprender divirtiéndose, ¿por qué no aplicar esto a los adultos?, ¿es posible leer para entretenerse, y obtener un beneficio intelectual de la misma actividad?.
Creemos que esto no sólo es posible, sino que no depende tanto de la lectura en sí, como de la actitud del lector hacia el material que tiene delante. Aunque esa disposición hacia los libros no es algo que se adquiere de la noche a la mañana, hay pautas que pueden llevarse a cabo mientras abordamos la lectura de algunos de ellos, facilitando así el placer por leer al tiempo que un óptimo aprovechamiento del tema.
A continuación, os exponemos algunas de estas recomendaciones, esperando que puedan ser de utilidad:
ASIMILAR Y EMPATIZAR CON EL CLIMA PSICOLÓGICO.
Un cosa es la lectura crítica que generalmente se realiza cuando el objetivo es estudiar, investigar o trabajar, y otra muy distinta la que os invitamos a adoptar en los momentos en los que principalmente leemos por puro placer. En este segundo caso, proponemos fundirnos con los contenidos, empatizar con los personajes, visualizar geográficamente el escenario o la región que nos describen, sumergirnos mentalmente en la atmósfera, como si pudiéramos adentrarnos con una cámara oculta y respirar el mismo aire que en la novela se cuece.
Para todo esto hacen falta varias dosis de imaginación, concentración para no salirse de la escena, e intentar leer con todos los sentidos (escuchar los sonidos, percibir los olores, sentir las texturas, y degustar los platos como si estuviéramos sentados a la mesa). Si bien es verdad, que ayuda mucho el hecho de que el autor se haya recreado en detalles tan realistas, que sean capaces de transportar al que lee a otra época y lugar.
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